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Los impactos del teletrabajo en la producción y las relaciones entre empresas y empleados

Por Marcelo Elizondo, director de la maestría en Desarrollo Estratégico Tecnológico del Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA).

Los cambios a los que está asistiendo el proceso de producción y comercialización de bienes y servicios en el mundo son gigantes. Ello afecta a las empresas, a los marcos jurídicos y políticos, a los soportes instrumentales, a las relaciones humanas respectivas y de manera rotunda a los trabajadores. Y también en Argentina.

La producción de bienes y servicios está globalizándose de manera sostenida más por una adecuación de procesos a estándares universales que por el mero hecho de la comercialización internacional en sí: la globalización se lleva adelante en prácticas más que en intercambios.

Una manifestación de esto es el llamado teletrabajo. Que no supone solamente una distancia física, sino que implica una nueva modalidad de relacionamiento. Por varias razones. En primer lugar, hace de las empresas entes más abiertos, organizaciones que se desarrollan como redes más que como unidades. Modifica los liderazgos que ahora deben ser adaptadas a relaciones físicamente distanciadas y mediadas por las tecnologías más modernas. También concede a los roles más importancia que a las jerarquías, y como efecto de ello hace de los ambientes de trabajo espacios con pautas de convivencia flexibles, dinámicas y móviles. Adicionalmente concede a la tecnología y al saber un rol predominante. Además, obliga a adaptar las reglas jurídicas y marcos contractuales de referencia. Y finalmente lleva a modificar el tipo de prestación que el trabajador efectúa.

Esto último supone que la formación especializada está dando lugar a la integral y la amplitud del saber vale más que la profundidad unidireccionada. El (nuevo) trabajo está requiriendo hoy 5 tipos de habilidades centrales: las básicas (lenguaje, aritmética, lógica), las técnicas (las propias de cada profesión pero también las interdisciplinarias), las instrumentales (computacionales, gestión de la información, manejo de tecnologías), las personales (empatía, optimismo, iniciativa, persistencia, capacidad de resolver problemas, de entender y dar sentido, pensamiento adaptativo y pensamiento crítico, gestión de la carga cognitiva, administración de emociones) y las sociales (interculturalismo, capacidad de trabajo en equipo, capacidad de organizar y hacer funcionar, adaptabilidad, liderazgo, basamento en roles más que en jerarquías).

El teletrabajo evolucionará más aun y obligará a muchos cambios adicionales. En Argentina se comenzó con una nueva ley que sin embargo parece ser menos amplia que lo que requerirá esta nueva realidad.

La economía planetaria está atravesando una transformación tecnológica rotunda, consolidando lo que Jonathan Haskel explica como capitalismo de «intangibles». Se trata principalmente del saber aplicado, las innovaciones, las nuevas tecnologías de gestión o de producción y las avanzadas calificaciones en productos o procesos. Todo ello puede resumirse en la expresión «capital intelectual», que es ya el principal eslabón de las cadenas productivas en el mundo y está compuesto por el conocimiento en práctica que crea valor transformándose en un sistema (como lo explican Pep Simó Guzmán y José María Sallán Leyes). Los nuevos trabajadores son parte cada día más relevante de ese sistema.

Un desafío especial ocurre pues para quienes en las casas de estudio nos dedicamos a preparar a personas que desempeñan funciones en las cadenas productivas más modernas (que la WIPO califica como parte de redes de invasión global).

El trabajo yo no es lo que era. Y no volverá a serlo. El teletrabajo es un modo de manifestación de ello. Prepararnos y adaptarnos será una condición (en medio de otras varias condiciones aún pendientes de ser cumplidas) para que Argentina acompañe la evolución, sea competitiva para justificar inversión y recupere capacidad de crear empleos netos en el sector privado, algo que no ocurre entre nosotros desde hace mucho tiempo.