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Agua limpia, uno de los recursos clave para combatir la desnutrición en el mundo

El 10% de la población mundial está desnutrida y la falta de agua está detrás de esta tragedia. Se necesita agua para obtener alimento, pero también agua limpia para no enfermar. Unicef no lo duda: por mucho que un niño desnutrido coma, no se recuperará si el agua que bebe es insalubre.

La desnutrición está detrás de la mitad de las muertes de niños menores de 5 años en el mundo. Cada día 8.000 pequeños mueren por esta causa, entendida como una combinación de falta de alimentos y enfermedades infecciosas. A pesar de que se han hecho grandes progresos en la lucha contra el hambre y la mortalidad infantil, 59 millones de niños sufren desnutrición aguda por una grave escasez de alimentos, 155 millones padecen desnutrición crónica con problemas de retraso de crecimiento y 340 millones de niños sufren lo que se conoce como ‘hambre oculta’, con deficiencias de vitaminas y nutrientes esenciales que afectan a su desarrollo normal, según datos de Unicef.

Estas cifras vergonzosas en pleno siglo XXI tienen que ver y coinciden con otros números devastadores: 2.100 millones de personas no tienen acceso a agua limpia. Y es que el agua es una de las claves para entender la desnutrición en el mundo. No en vano, las zonas del planeta más azotadas por esta tragedia son las que presentan una vulnerabilidad hídrica más alta, en forma de sequía que impide el desarrollo de una producción alimentaria suficiente para la población, y con falta de agua limpia para beber y tener una higiene adecuada.

Según el último informe de Unicef sobre acceso de agua en el mundo, uno de cada cinco niños carece de este recurso en cantidad suficiente para satisfacer sus necesidades diarias. Esta situación es especialmente peligrosa en niños con una edad inferior a los tres años. Los programas de atención a la infancia de este organismo destacan la importancia de que los niños dispongan de agua limpia los 1.000 primeros días de vida y que en este período no sufran con asiduidad enfermedades diarreicas.

Diagnóstico de desnutrición. | Foto: UNICEF / Holt

“El 66% de los niños que atendemos en nuestros centros sufren enfermedades transmitidas por el agua, lo que les provoca un deterioro del sistema inmunitario, problemas de crecimiento y desarrollo”, señala el Especialista en Agua, Saneamiento e Higiene de Unicef Koenraad Vancraeynest. “Sirve de poco alimentar a la población si el agua que bebe no es segura. Si las familias consumen agua con contaminación bacteriológica sufren enfermedades como las diarreas y la parasitosis. Esta situación prolongada trae consigo la desnutrición crónica en los niños y niñas”, lamenta.

Pandemia de hambre

El Banco Mundial de Alimentos, último galardonado con el Nobel de la Paz por su labor asistencial, alertó al recoger el premio de una próxima “pandemia de hambre” y de la situación de 700 millones de personas que no tienen acceso a una alimentación adecuada, casi el 10% de la población mundial. La entidad alzó la voz por los 250 millones de personas desnutridas que hay actualmente en África, casi un 2% más que en el 2014. Y avisó de que las proyecciones no son nada halagüeñas: si persisten la tasa de aumento de prevalencia de la desnutrición, la tasa actual de 19,1% de se elevará hasta el 25,7% en el 2030.

Las causas tras la desnutrición

Así en las intervenciones de Unicef para luchar contra la desnutrición, mayoritariamente desarrolladas en el Cuerno de África, una de las primeras medidas es asegurar el agua limpia a los niños y educar a las madres desde el embarazo para que cuiden especialmente el agua que consumen los niños y las pautas de higiene de los pequeños con al menos tres lavados de manos diarios con agua limpia y jabón.

“Por mucho que un niño malnutrido coma, no se recuperará si el agua que bebe es insalubre”, afirma Manuel Fontaine, Director de Programas de Emergencia de Unicef, que insiste además en que los niños malnutridos son también más vulnerables a las enfermedades que se transmiten por el agua, como el cólera o la fiebre tifoidea. Unos 300.000 niños mueren al año a causa de enfermedades relacionadas con la inseguridad hídrica, ya sea por consumo o bien por contacto con agua contaminada con bacterias o parásitos.

El organismo internacional alerta de que los efectos del cambio climático relacionados con el agua empeorarán las cifras de malnutrición en el planeta en los próximos años. Los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías e inundaciones agotan o contaminan los suministros de agua, lo que pone en peligro tanto la calidad como la cantidad del agua que consumen comunidades enteras, así como una débil agricultura que no puede hacer frente a las necesidades de la población.

Mas de 340.000 niños mueren antes de cumplir los cinco años. El 60% de la mortalidad infantil está causada por enfermedades relacionadas con el agua contaminada.

Además, en las zonas donde la escasez de agua es extrema, las familias abandonan sus hogares y tienen que competir por fuentes de agua insuficiente o insalubre, lo que aumenta la vulnerabilidad ante las enfermedades así como los riesgos en materia de protección. En países como Somalia, Etiopía, Yibuti, Kenia o Sudán las sequías estacionales, exacerbadas por el cambio climático, hacen que personas y animales tengan que competir por el agua, contribuyendo a agotar unos recursos hídricos ya de por sí exiguos. La región del Lago Chad, en África occidental, ha perdido cerca del 90% de su masa hídrica desde 1963 debido a la variabilidad climática y a la presión demográfica, lo que ha tenido consecuencias devastadoras para la seguridad alimentaria de esta región.

Los eventos extremos también producen cada vez más desplazados en estas zonas. En el Cuerno de África, hay una media de ocho millones de personas desplazadas por la hambruna o la sequía. Cuando los niños tienen que abandonar sus hogares por estas causas, en los desplazamientos a menudo no tienen más remedio que beber agua insalubre. Y los asentamientos provisionales, carentes de letrinas y de un suministro seguro de agua, se convierten en focos para la propagación de enfermedades. Los niños, que ya de por sí son vulnerables y más susceptibles a las enfermedades, no suelen tener acceso a hospitales o centros de salud cuando están en tránsito.

ACNUR, la agencia de la ONU para la protección de los refugiados, señala que la niñez desplazada es la que tienen un riesgo mayor de padecer desnutrición. Esta población, que en la mayoría de ocasiones ha perdido lo poco que tiene, se enfrenta a la falta de alimentos y agua en situaciones de inseguridad personal y falta de cualquier atención sanitaria y asistencial. Por ello, en los campamentos organizados por esta agencia las dos prioridades indiscutibles siempre son el agua limpia y el alimento.

Las inundaciones y eventos extremos como huracanes cada vez más frecuentes también aumentarán el riesgo de desnutrición de los niños y malnutrición en la población. La pérdida de cosechas, de fuentes seguras de agua y la destrucción de infraestructuras hídricas, harán que este problema empeore en regiones vulnerables y se extienda por regiones que antes estaban a salvo.

Sin duda, el trinomio agua-alimentación-salud estará cada vez más ligado en un planeta con un futuro incierto. La cooperación entre todos los actores, Gobiernos, entidades, empresas y población, es fundamental para que esta dramática situación no solo no siga avanzando, sino que alcance en un futuro próximo el “hambre cero”.

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