ESTADO PRESENTE11

Ciudades habitables: la importancia de ejecutar acciones para lograr una real mejora

El sector de la construcción protagonizó el 34% de toda la demanda energética de 2021 y sus emisiones de gases de efecto invernadero representaron el 37% del total.

Ladrillo a ladrillo, las ciudades crecen, y con ellas la contaminación. El sector de la construcción protagonizó el 34% de toda la demanda energética de 2021 y sus emisiones de gases de efecto invernadero representaron el 37% del total. Así lo desvela Naciones Unidas en un informe que constata además el aumento tanto de  la demanda de energía como de las emisiones. Según el estudio, la demanda de energía para la calefacción, la refrigeración, la iluminación y el equipamiento de los edificios aumentó cerca de un 4% en 2021 y sus emisiones de CO2 lo hicieron un 5%.

Tal como señalaba a finales de este año Inter Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medioambiente, «el sector de los edificios representa el 40% de la demanda energética de Europa” y esto hace que «se convierta en un área para la acción inmediata, la inversión y las políticas para promover la seguridad energética a corto y largo plazo».

La situación es crítica. Aunque en los últimos ocho años el número de países con reglamentos energéticos para la construcción aumentó de 62 a 79, solo el 26% de los países disponen de normativas obligatorias para la totalidad del sector. El panorama parece ir contra las recomendaciones de la ONU, que sugiere que «los Gobiernos nacionales y regionales deben establecer códigos energéticos obligatorios para los edificios y fijar un camino para que, junto a las normas de construcción, alcancen un balance cero de carbono lo antes posible».

Las exigencias no son sencillas. Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), para 2030 las emisiones directas de CO2 de los edificios deben disminuir un 50% (un 60% en el caso de las emisiones indirectas). Esto supone una caída de las emisiones de alrededor del 6% anual hasta 2030.

El problema, sin embargo, va más allá de la cuestión energética. Los edificios constituyen el esqueleto, ya algo maltrecho, de unas ciudades cada vez más difíciles de habitar.

Una ciudad para todos

El término sostenibilidad abunda en los núcleos urbanos, aunque lo suele hacer en un sentido reducido: el de un mayor respeto al medioambiente. Sin embargo, la sostenibilidad supone también la inclusión y la seguridad, así como la calidad de vida, algo reflejado en el concepto «ciudad de los 15 minutos» acuñado por la alcaldesa parisina de origen español, Anne Hidalgo y que significa que los ciudadanos puedan acceder a prácticamente todas sus necesidades esenciales –colegios, supermercados, lugares de trabajo, hospitales y centros culturales– en apenas un cuarto de hora a pie o en bicicleta desde sus hogares.

El concepto, al igual que otros acuñados anteriormente, trata de cambiar el paradigma al situar al ser humano en el centro. En este caso, la idea supone crear microurbes dentro de la propia ciudad no solo para acercarnos a servicios esenciales, sino también para volver a conectar con la naturaleza a través de diversos espacios verdes, una idea cada vez más defendida como esencial para el bienestar humano.

Si el modelo de bicis compartidas creciera un 25% se evitarían más de 10.000 muertes prematuras al año en más de 100 ciudades de Europa

Son perspectivas que se resumen en el número 11 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) elaborados por Naciones Unidas para la Agenda 2030: «Garantizar ciudades inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles». Una meta ambiciosa no solo para la reducción de emisiones necesaria, sino porque debe darse junto a una emigración cada vez mayor al ámbito urbano: se espera que el 60% de la población mundial viva en ciudades en 2030, lo que suponen 5.000 millones de habitantes.

Las opciones para mejorar las ciudades son múltiples, más allá de la reducción energética a la que se deberá enfrentar el sector de la edificación: desde potenciar la peatonalización y reducir los espacios de aparcamiento y la velocidad de vías hasta el fomento de campañas sociales y educativas para participar en un nuevo diseño urbano y una nueva forma de desplazarse por la ciudad.

Especialmente importante parece la implantación de zonas verdes, algo ya planteado en modelos como el mencionado líneas más arriba. En este sentido, el estudio realizado en la ciudad norteamericana de Filadelfia recogido en The Lancet es esperanzador: se estima que más de 400 muertes prematuras, incluidas más de 200 muertes en las áreas de bajo nivel socioeconómico, podrían prevenirse anualmente en la urbe si esta aumentara sus zonas verdes en un 30%. La movilidad, por último, es otro de los ejes esenciales a la hora de realizar un cambio urbano. Mientras que hoy son las carreteras las que funcionan como arterias urbanas, en el futuro próximo deberían ser las aceras y los carriles bici los que asumieran ese rol. Así lo defienden estudios como el publicado por un grupo de expertos en la National Library of Medicine: en más de 100 ciudades de Europa podrían evitarse más de 10.000 muertes prematuras al año si el modelo de bicicletas compartidas creciera en un 25%. Y su implementación, de hecho, no es particularmente difícil, si tenemos en cuenta que la mitad de los viajes en coche en vías urbanas cubren tan solo 5 kilómetros. Y es que, aunque el vehículo eléctrico es una de las soluciones para dar paso a la nueva movilidad, el espacio que ocupa sigue siendo uno de los problemas esenciales de la ciudad en cuanto ecosistema.

_________________
Accede a otros artículos sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible en redsostenible.com y síguenos en Facebook, Instagram, Twitter, YouTube, LinkedIn y TikTok.