ORGANIZACIÓN ACTIVA10

El club de rugby argentino que apuesta por la diversidad sexual para transformar el deporte

Es el primero en su tipo en América Latina. Busca vencer la homofobia y generar un cambio a partir de la formación de atletas en derechos humanos.

La sociedad avanza y parecería que, en general, el deporte no llega a seguirle el ritmo. A esta altura del siglo XXI no debería sorprender a nadie ver a dos hombres besándose en una plaza o a una mujer trans en un bar. Sin embargo, continúa siendo poco frecuente ver a futbolistas profesionales abiertamente gays, o a tenistas, basquetbolistas, etc. El rugby, por supuesto, no es la excepción.

Aunque, un poco como consecuencia de la necesidad de un espacio y otro tanto como herramienta de lucha, en Argentina la práctica de la ovalada tiene al primer club de rugby de diversidad sexual de América Latina: Ciervos Pampas. “Un espacio libre de homofobia, comprometido con los derechos humanos de la comunidad LGBTIQ+”, se definen.

Nació hace diez años con la idea de convertirse en un espacio seguro para el colectivo gay y hace un lustro se convirtió en un club de rugby, que hoy tiene unos 40 integrantes. “A partir de la creación comienzan a surgir muchas demandas vinculadas con el deporte, que todos sabemos es más que la actividad física. Y otras al desarrollo de espacios no hegemónicos. Vivimos tres momentos: el de la contención, el de la inclusión y luego empezamos a hacer política, en el sentido de reivindicar los cambios de nuestra propuesta deportiva. En definitiva estamos hablando de que el deporte tiene que ser un derecho para todos y no un privilegio de algunos”, dijo Caio Varela, presidente del club.

La iniciativa surgió en reuniones de la Asociación Deportiva Amateur por la Inclusión, donde se practican varias disciplinas. Hay quienes propusieron fútbol y otros expresaron su deseo de “agarrar la pelota con las manos”. Con el impulso de algunos que habían practicado rugby, el club se fue forjando y sumando a novios y amigos de los primeros creadores. Cuando llegó la hora de ponerle nombre, surgió Pampas por una referencia al paisaje de llanuras del centro de Buenos Aires. Una cuestión de registro intelectual los obligó a agregar la palabra Ciervo.

“El ciervo empuja con sus astas y encontramos algo simbólico ahí. También solemos vincularlo con Bambi. Hay algo medio marica en el ciervo. Y eso nos gusta”, dice Varela, con una sonrisa.

Con el tiempo llegó la convocatoria abierta porque el rugby necesita, al menos, 15 jugadores para entrar a una cancha y otros tantos para completar un entrenamiento. Al tiempo jugaron su primer partido. Y al otro tiempo se sumaron a un torneo organizado por la UAR. La sola presencia de Ciervos Pampas era un desafío a ciertas normas que nadie discutía en ese deporte.

“Ese discurso que es dado como verdad dice que tenés que ser heterosexual, con una determinada postura del cuerpo, con ciertas frases, con ideario de varón… Hay un montón de compañeros gays, bisexuales y no binarios que no tienen lugar en los clubes tradicionales. ¿Para qué van a ir ahí? Hay un ideario impuesto por el rugby hegemónico que es violento, machista, clasista…”, agrega Varela.

De esa manera, el estar en la cancha con su identidad, con su bandera multicolor y con su nombre, significó una pequeña revolución en el mundo del rugby argentino. Un cambio que no sólo se ejercita adentro del campo sino también en instancias de formación que ofrece el club, como la Escuela de Género, Deporte y Derechos Humanos. Y un protocolo claro sobre situaciones de acoso y violencia sexual.

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